Seguridad

¿Más libertad a través del Gran Hermano?

En Epicenter, el centro de start-ups de Estocolmo, los empleados llevan un chip RFID implantado bajo la piel. ¿Una gran innovación o el principio de una vigilancia sin límites? Un chip RFID es capaz de mucho más. ¿Qué partes de la vida diaria pueden hacerse más sencillas? ¿En qué punto se cruzan los límites de la vigilancia?

06.02.2018
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Hasta ahora los chip RFID cumplen el papel de las llaves o tarjeta de la oficina, la tarjeta de la impresora o la de débito o el acceso a la máquina de vending. Puede incluso transferir los datos de una tarjeta profesional a un móvil inteligente a través de Bluetooth. Lo único que se necesita es pasar por un sensor y la puerta se abre, la copiadora o impresora reacciona o la caja de la cafetería sabe lo que has comprado. En Epicenter, en Estocolmo, hay muchas personas entusiasmadas con llevar un chip RFID. Se implantan muy fácilmente en las fiestas de empresa.

Abrir puertas con un movimiento después de la fiesta de empresa

Jowan Osterlund, de Biohax Sweden, quien se define a sí mismo como un bodyhacker, es quien se ocupa de la operación. Dice: “El siguiente paso en la aplicación de dispositivos electrónicos es el interior del cuerpo”. Los chip RFID, que implanta siempre entre los dedos pulgar e índice para Epicenter, son del tamaño de un grano de arroz. Hasta ahora 150 empleados disponen del implante. Los usuarios satisfechos comentan: “Quiero ser parte del futuro” y “Siempre perdía mis llaves y mi tarjeta de crédito, pero ahora ya no me pasa”. Se piensa que en todo el mundo, el número de personas que llevan chips RFID implantados es de unas 10.000. Cada día más y más gente está beneficiándose de sus numerosas ventajas.
 

¿Quién tiene acceso a esa información?

¿Y qué desventajas trae consigo esta innovación? Ben Libberton, un microbiólogo del Instituto Karolinska de Estocolmo, una de las instituciones de investigación médica más prestigiosas del mundo, dice: “Cuanto más desarrollados están los microchips, mayores cuestiones éticas suscitan”. Los hackers pueden leer grandes cantidades de información, lo cual es un tema cada vez más sensible en cuanto a que hay más información personal almacenada, y por tanto más puede ser leída, en los chips que en los móviles inteligentes. Y alerta: “Pueden ser datos sanitarios, horario de trabajo o detalles muy precisos de localización. Esto provoca preguntas, como ¿quién tiene acceso a la información? y ¿qué hacen con ella?”

Stephen Ratcliffe, un socio del Departamento de Empleo y Compensación del bufete internacional Baker McKenzie en Londres, dice: “Los empleados seguirán siendo escépticos respecto a la posibilidad de uso ilegítimo, ya sea mediante copias ilegales, como ya se da en las tarjetas de crédito contactless, o mediante un seguimiento inapropiado de su localización y otros datos personales”. No prevé una aceptación generalizada por parte de los empleados en un futuro próximo: “A la vista de una creciente actitud defensiva, me parece poco probable que los empleados quieran participar en ello en tanto no vean un beneficio material claro”.
 

Una gran mejora para los empleados en la oficina, pero ¿qué hay de su vida privada?

Su colega, el Dr. Hagen Köckeritz, socio en el Departamento de Ley Ocupacional en Frankfurt, valora la situación así: “Los chips RFID hacen más fácil la vida diaria de los empleados. Potencialmente pueden reducir el uso ilegítimo de tarjetas por robo y falsificación, sobre todo en departamentos más susceptibles. Al mismo tiempo los empleados se arriesgan a ceder parte de su espacio privado si el empleador puede saber dónde están en todo momento. A diferencia de lo que ocurre con las tarjetas, no puedes deshacerte de ella durante un momento de vez en cuando”. Aun así, ve en un futuro el uso creciente de chips RFID: “Incluso hoy en día, datos personales sensibles como las huellas dactilares y la fisionomía mediante reconocimiento facial están almacenados como documentos de identidad. Pronto habrá reconocimiento genético. El salto a la implantación de chips RFID no es tan grande”.

 

¿Quién tiene acceso y quién puede obtener acceso ilegalmente?

Patrick Mesterton, CEO de Epicenter Stockholm, lo admite: “Incluso a mí me costó adaptarme al principio. Es un gran paso aceptar algo así en tu organismo”. Sobre las reticencias a convertirse en un mediocyborg añade: “A nadie le supone un problema que haya personas que llevan un marcapasos que envía datos a un lector, y es algo más serio que uno de estos chips”. Hannes Sjöblad, Chief Disruption Officer en Epicenter Stockholm, ve con alivio estos nuevos almacenamientos de datos: “Las cosas hoy en día son caóticas con tantos PIN y claves. ¿No sería más fácil si sólo tuviéramos que tocar un lector con nuestra mano? Queremos entender la tecnología antes de que las grandes empresas o los gobiernos nos digan que todo el mundo tiene que llevar estos chips (el chip de los impuestos, el chip de Google, el chip de Facebook)”.
 

De la libre elección a la obligación: ¡Todos tienen que llevar un chip RFID!

Sobre la posibilidad de que llevar un implante sea obligatorio en el futuro, Julia Wilson, socia del Departamento de Empleo y Compensación de Baker McKenzie en Londres, nos dice: “Requeriría cambios legales. Creo que los legisladores están aún muy lejos de permitir que los implantes a los empleados sean obligatorios”.
 

El futuro del almacenamiento de datos personales está en nuestras manos (literal y metafóricamente)

En la compañía belga de marketing NewFusion, uno puede elegir si llevar el chip debajo de la piel o en forma de anillo. Tim Pauwels, socio director de NewFusion, lleva su chip debajo de la piel. Nos dice: “Cada usuario puede descargar la app en su teléfono móvil y usarla para almacenar en él la información que prefiera. Uno de nuestros desarrolladores leyó que hay personas que llevan un chip debajo de la piel por razones médicas. Nos gustó mucho la idea y tiene sentido en nuestro sector. Estuvimos incubando la idea durante seis meses.” Además del almacenamiento de información sanitaria, Tim Pauwels ve potencial en la posibilidad de activar alarmas en casa, arrancar el coche o acceder al transporte público sin comprar billetes.
 

El equilibrio entre eficiencia y vigilancia

Hace ya algún tiempo el Ejército de los EEUU estuvo considerando dotar a sus soldados de GPS vía chips RFID para poder seguir sus movimientos. Paralelni Polis, que se llaman a sí mismos el Instituto de la Cripoanarquía y tienen una cafetería en Praga, tienen otro uso en mente. Aquellos que están interesados reciben un implante de chip RFID de 12 x 12 mm con el que pueden, además de abrir puertas, desbloquear su teléfono y comprar (por el momento sólo con bitcoins). Jan Hubik, de Paralelni Polis, es un entusiasta de la idea: “El número de personas interesadas está creciendo muy deprisa. Puedes incluso implantarte el chip tú mismo. Es muy fácil”. Paralelni Polis procede del mundo hacker y ve el uso de chips RFID como un paso adelante en una sociedad libre que se posiciona contra la censura y la vigilancia. Así pues, ¿son los chip RFID una bendición para los amantes de la libertad o un paso hacia un Gran Hermano? ¿Qué es posible y qué es éticamente aceptable? ¿Qué ventajas podrían convencernos de aceptar los inconvenientes? Hemos empezado este artículo con preguntas, y no nos queda más remedio que terminarlo de la misma manera.

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